Las grasas no saturadas, a veces llamadas grasas «saludables», son macronutrientes densos en energía necesarios para mejorar los niveles de colesterol en la sangre, reducir la inflamación y facilitar los ritmos cardiacos estables, entre otras funciones. Categorizados como grasas monoinsaturadas, como aceite de oliva y aceite de maní, o grasas poliinsaturadas, como las que se encuentran en las semillas de pescado y lino, las grasas insaturadas son parte de cualquier dieta saludable. Privar al cuerpo de grasas no saturadas conduce a muchos efectos negativos.
Mayor riesgo de enfermedad cardíaca
Varios estudios han confirmado que los hombres que comen pescado al menos una vez a la semana tienen menos probabilidades de morir a causa de la enfermedad coronaria que los que no lo hacen. Del mismo modo, el instituto informa que la tasa de mortalidad por enfermedad coronaria en mujeres con la mayor ingesta de grasas insaturadas omega-3 fue significativamente menor que la tasa de ingesta más baja. Los hombres y las mujeres cuya ingesta de grasas insaturadas es suficiente también tienen menos probabilidades de morir por muerte cardíaca repentina. Debido a que las grasas insaturadas esenciales disminuyen la presión arterial, privar al cuerpo de estas grasas da como resultado un mayor riesgo de enfermedad cardíaca que si se consumen regularmente.
Mayor riesgo de diabetes tipo 2
Comer grasas poliinsaturadas, como las que se encuentran en los aceites y nueces vegetales, en lugar de grasas saturadas, mejora la resistencia a la insulina del cuerpo, reduciendo las posibilidades de desarrollar diabetes tipo 2. La estrecha relación entre la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardíaca aumenta los efectos de la falta de grasas insaturadas, lo que hace que los diabéticos existentes sean más propensos a la enfermedad coronaria si el consumo de grasas insaturadas es insuficiente. La falta de suficientes grasas insaturadas aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y complica la salud de quienes ya tienen diabetes.
Disminución de la función cognitiva
Las altas cantidades del ácido docosahexaenoico de ácidos grasos omega-3 de cadena larga, o DHA, en el cerebro hacen que la ingesta de ácidos grasos omega-3 insaturados sea un factor crucial en el desarrollo cerebral y en la prevención del deterioro cognitivo. Los estudios en animales han demostrado que privar al cerebro de DHA conduce a deficiencias de aprendizaje, y algunos estudios en humanos a largo plazo han demostrado que la ingesta regular de ácidos grasos omega-3 podría reducir el riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer o demencia. Por lo tanto, la privación de grasas no saturadas podría disminuir la función cognitiva a corto plazo y aumentar la probabilidad de desarrollar un deterioro cognitivo grave a largo plazo.
Aumento de la gravedad de la respuesta inflamatoria
Los ácidos grasos insaturados también son un componente de los eicosanoides, que son mensajeros químicos que regulan la actividad inmunológica e inflamatoria en el cuerpo. La baja ingesta de grasas insaturadas altera el equilibrio de los ácidos grasos en las membranas celulares, lo que resulta en el desarrollo de eicosanoides que desencadenan respuestas inflamatorias y constriñen los vasos sanguíneos. Esto significa que las respuestas inflamatorias en personas privadas de grasas no saturadas serán más severas que aquellas en individuos con una ingesta adecuada.