Recientemente, ha habido una gran cantidad de atención prestada a la relación entre las dietas y las enfermedades mentales. Lo mismo puede decirse con respecto a los efectos que la dieta tiene sobre el desarrollo de la demencia.
Investigaciones anteriores han demostrado claramente un efecto pronunciado que la nutrición tiene sobre la función del cerebro y la forma en que algunos alimentos pueden ser buenos o malos para el cerebro.
La evidencia es ahora cada vez más obvia de que lo que come puede influir en la forma en que funciona su cerebro y lo bien que funciona. He aquí algunos ejemplos:
¿Qué encontrarás aquí?
Los carbohidratos simples
Los alimentos como refrescos, postres, edulcorantes, dulces, productos de harina blanca, y las comidas congeladas previamente han demostrado que se asocia con la disminución de la función cerebral, incluyendo la memoria y las habilidades de resolución de problemas.
Los alimentos que son altos en la escala de aumento de la glucemia, de azúcar en sangre y los niveles de insulina en picado, estos alimentan el fuego de la inflamación que puede dañar las células cerebrales.
La glicación añadido que resulta de la unión de moléculas de azúcar a la proteína causa la formación de radicales libres en el cerebro, causando daño a las membranas celulares y neurotransmisores.
El consumo de estos tipos de hidratos de carbono en grandes cantidades se ha asociado anteriormente con el desarrollo de la demencia.
Los hidratos de carbono complejos
Los hidratos de carbono más bajos en la escala de la glucemia como el arroz integral, avena, trigo sarraceno, legumbres, verduras, frutas y todo a hace disminuir la inflamación, la presión arterial y la coagulación de la sangre.
El consumo de este tipo de carbohidratos ricos en fibra mantiene el azúcar en sangre y los niveles de insulina más bajos, permitgiendo que las arterias dentro del cerebro sean más claras.
Grasas saturadas
Las grasas saturadas que se encuentran en la carne roja, el queso, la manteca de cerdo, y los productos lácteos ricos en grasa, se asocian con altos niveles de inflamación, mala circulación sanguínea cerebral, y un mayor riesgo de formación de placa cerebral.
El mayor consumo de grasa saturada previamente se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer.
Grasas Trans
Las grasas trans se encuentran en los alimentos fritos, aceites vegetales hidrogenados, productos horneados, platos principalmente congelados, margarinas, y comida rápida. Estas grasas interfieren de la manera en que sus células cerebrales utilizan la grasa para reparar sus membranas. Además, aumentan la inflamación y dañan los revestimientos interiores de las arterias del cerebro.
El aumento de la ingesta de grasas trans también puede obstruir las arterias más pequeñas que llevan la sangre a las células del cerebro. Este proceso acelera el envejecimiento del cerebro e influye negativamente en la función de las células cerebrales. El consumo de grasas trans que se encuentra en la comida rápida también ha sido fuertemente vinculado con un mayor riesgo de depresión.
Alcohol
El consumo moderado de alcohol, especialmente el vino tinto, se ha demostrado previamente que reduce el colesterol y la inflamación, disminuye la coagulación de la sangre y reduce el daño de los radicales libres. El consumo moderado de alcohol se asocia con una disminución del riesgo de la enfermedad de Alzheimer y la esclerosis múltiple.
Sin embargo, el consumo de una alta cantidad de alcohol aumenta el riesgo de daño celular cerebral, deterioro de la memoria, y la degeneración de las células cerebrales. El límite para el consumo de alcohol parece ser aproximadamente de una a dos bebidas por día.
Grasas Buenas
Las grasas saludables se encuentran en el pescado azul, aceite de oliva virgen extra, nueces y aguacate que reducen la inflamación en las arterias del cerebro y lo mantienen absolutamente limpio. También disminuyen el colesterol, la presión arterial, la coagulación, y la formación de placa.
La grasa saludable también proporciona al cerebro un suministro continuo de bloques de construcción para la reparación celular y la conducción nerviosa óptima. Las concentraciones sanguíneas elevadas de grasas saludables se han asociado con menores tasas de demencia y depresión.
El saldo de la investigación parece indicar que el estilo mediterráneo de la ingesta de alimentos puede disminuir el riesgo de depresión en un 30%, disminuye el riesgo de demencia, y en realidad mejora la función cognitiva del cerebro.*